"Cualquier recurso a la guerra, a cualquier tipo de guerra, es un recurso a medios que son inherentemente criminales. Guerra, inevitablemente, es un curso de asesinatos, asaltos, privaciones de la libertad, destrucción de la propiedad.

"


Robert Jackson

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jueves, 27 de mayo de 2010

Justicia Internacional: Desastre Judicial?


En su próxima revisión, la Corte Penal Internacional tiene cosas que celebrar, cosas para mejorar y trampas que evitar


Una editorial de The Economist

Cada vez que el mundo se entera de algún ultraje incalificable en una zona de batalla, un grito se produce diciendo que tales cosas nunca deben repetirse. Esa fue la reacción después del genocidio de Ruanda, después de la limpieza étnica, asesinatos en masa y violación perpetrados en la ex Yugoslavia, después de las terribles atrocidades de Sierra Leona y el Congo, y después de los ataques contra civiles en la región sudanesa de Darfur. Así que para sus partidarios, la apertura hace ocho años de una Corte Penal Internacional (CPI) con sede en La Haya, lista para actuar en los casos en que nadie detuviera y juzgara a los peores perpetradores de esos crímenes, fue un paso en la dirección correcta. Sin embargo, en la reunión de Kampala, Uganda, el 31 de mayo, para una revisión del funcionamiento de la CPI, los 111 estados que aceptan su competencia enfrentan  grandes responsabilidades.

Su mirada inquisitiva al papel de Corte, que se origina en los tribunales ad hoc creados para juzgar a los responsables de las atrocidades en Ruanda, Yugoslavia y Sierra Leona (antes de que la CPI existiera) la presenta como decadente. Como su reemplazo permanente, la CPI ha ganando autoridad como el tribunal apropiado de última instancia para tres grupos de delitos: crímenes de lesa humanidad, crímenes de guerra y genocidio. Su historial en el manejo de los casos que ha procesado hasta ahora, estará bajo un escrutunio estrecho. 

Mientras tanto, la conferencia de Kampala también debe decidir qué hacer en referencia a un cuarto crimen que figura en el estatuto fundacional de la Corte en el Estatuto de Roma: la agresión. Una discusión que podría ahogar todo el trabajo útil que se ha estado preparando para mejorar el rendimiento de la CPI y alentar a más países a unirse.

De hecho, hay mucho más que discutir. Una de las críticas a la CPI ha sido su lentitud para llevar casos a juicio. El tribunal ha emitido 13 órdenes de arresto hasta ahora, incluyendo una polémica medida para la detención (por cargos de presuntos crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad), contra el presidente de Sudán, Omar al-Bashir. Sin embargo, sólo cuatro se han hecho efectivas, y sólo dos procesos están en curso. Los tribunales anteriores lograron procesar muchos más casos, más rápidamente.

Si la Corte quiere moverse a una mayor velocidad, necesita más cooperación de todos sus miembros y simpatizantes. Como su fiscal jefe, Luis Moreno-Ocampo gusta recordar a los críticos que la CPI no tiene sabuesos o grilletes propios; los miembros deben contribuir para lograr llevar ante la Corte a un acusado. Pero la decisión del Sr. Ocampo de acusar a líder de Sudán ha tenido una reacción mixta en el vecindario. Es popular entre los grupos africanos de derechos humanos, y esapoyada por algunos gobiernos africanos; pero también ha ofendido a otros. Algunos de los miembros africanos de la Corte han amenazado con reducir la cooperación con ella.

De hecho, hasta ahora sólo Gran Bretaña ha adoptado formalmente todas sus obligaciones con arreglo al Estatuto de Roma de 1998, desde la protección de testigos a la ejecución de la pena y las normas quisquillosas sobre los privilegios e inmunidades. Mientras tanto, muchos de los 111 miembros y algunos Estados no miembros (25 de ellos estarán en Kampala en calidad de observadores) han utilizado la creación de la Corte como un catalizador para revisar su legislación penal y para revisar la orientación que se imparte a sus soldados. Otros apenas han comenzado.

Estimular la construcción de fuertes órganos jurisdiccionales nacionales es parte de la misión de la CPI. Para ello sólo puede actuar cuando los tribunales nacionales han demostrado que no quieren o no pueden hacerlo. Y existe un amplio reconocimiento de que la justicia funciona mejor cuando se pone lo más cerca posible a las víctimas, en lugar de dispensarla en las remotas salas de audiencia de La Haya.

De los cinco grupos de asuntos iniciados por el señor Ocampo, el Congo, la República Centroafricana y Uganda pidieron a la CPI su intervención; el caso del Sr. Bashir 
de Sudán fue remitido directamente por el Consejo de Seguridad, y una investigación formal del cargo de violencia electoral en  Kenya se abrió este año después de que los políticos rivales no pudieron aceptar que sus propios tribunales hicieran el trabajo.

Entre las las 25 delegaciones de observadores  están también países que no han ratificado el Estatuto de Roma. Los Estados Unidos serán vistos más de cerca. A diferencia de su predecesor, George Bush, quien fue a menudo hostil a la Corte, Barack Obama, en principio, está más dispuesto a ayudar, por ejemplo con la obtención de información que traería los abusadores de derechos humanos y criminales de guerra ante los tribunales, y en la persecución de los fugitivos.

Pero al igual que otros disidentes, entre ellos Rusia, China y la India, Estados Unidos quiere estar seguro de que la Corte evitará quedar atrapada en asuntos políticos. De ahí la sensibilidad con respecto al enjuiciamiento de la "agresión". A diferencia de los demás crímenes de competencia de la Corte, no se pudo acordar una definición de la agresión cuando ella se puso en marcha, y tampoco existe ninguna en la legislación nacional.  Después de ocho años, ahora hay un cierto consenso sobre una definición, aunque no muy consistente, pero ninguna sobre cómo activar la acusación en un delito perseguible ante la Corte.

La fórmula tarareada en la mesa de Uganda es "la planificación, preparación, iniciación o ejecución de un acto de agresión, por una persona en una posición de ejercicio efectivo de controlar o dirigir la acción política o militar de un Estado, que por sus características, gravedad y escala, constituye una violación manifiesta de la Carta de las Naciones Unidas." Esta es una traducción aproximada, pero la fórmula final la sabremos cuando la veamos.

La vaguedad no es la única preocupación. ¿Quién decide qué es una "manifiesta" violación de la carta que podría disparar las acciones de la CPI?  El Consejo de Seguridad, que se supone existe para resolver las cuestiones de la guerra y la paz?  Eso le gustaría a los de afuera, como Estados Unidos, China y Rusia, y preocuparía a los de adentro como Gran Bretaña y Francia: en otras palabras, a los miembros permanentes del Consejo. Pero ofende a otros, desde Brasil, que se resiente all autoritarismo de las grandes potencias, hasta Alemania, que pregona los valores de la independencia de la CPI.

Entonces hay otras cuestiones más fundamentales. El objetivo de la Corte es procesar y quizá, disuadir atroces abusos de derechos humanos. Pero el crimen de agresión atrae la atención sobre la cuestión de los motivos del Estado para usar la fuerza, en lugar de considerar el objetivo de mantener las reglas acerca de cómo se aplica la fuerza. Tratando de identificar agresores podría politizar sin remedio el órgano jurisdiccional y socavar su credibilidad. Otro riesgo es que el temor a ser procesado por "agresión" disuadiría aquellos que más a menudo están llamados a proteger a los civiles de los peores abusos.

En parte gracias a la Corte, casi todos los países reconocen la idea de que algunos delitos no pueden ser nunca justificados. Eso le da fuerza moral a la CPI. Pero definiendo a los agresores -manifiestamente o de alguna otra manera- , promete generar una enorme división. Incluso si las conversaciones en Kampala fueran un remedo de compromiso, el Congreso de Estados Unidos podría entonces ser aún más cuidadoso con la Corte.

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