"Cualquier recurso a la guerra, a cualquier tipo de guerra, es un recurso a medios que son inherentemente criminales. Guerra, inevitablemente, es un curso de asesinatos, asaltos, privaciones de la libertad, destrucción de la propiedad.

"


Robert Jackson

_________________________________________________________________________________

miércoles, 26 de octubre de 2011

Día de la raza


Por: Klaus Ziegler

Ha sido tradición en Occidente erigir monumentos a sus peores genocidas, y conmemorar con marchas, desfiles y descargas de fusilería sus más horrendos crímenes.


Dramaturgos, pintores y cineastas han rendido culto a Julio Cesar, a Alejandro Magno, “el bárbaro de Macedonia”, en palabras de Mario Bunge. Pablo Neruda y Nicolás Guillén le cantaron emocionados al monstruo de Stalin. En “Les Invalides” existe un fastuoso mausoleo en mármol rojo en el que se honran  los restos de Napoleón, el más famoso criminal de guerra francés. Y hasta hace poco, cada 6 de agosto, y ante una congregación enardecida, un B-29 piloteado por el General Paul Tibbets recreaba ese día infame en que el Enola Gay dejó caer su carga mortífera, justo encima de un hospital en Hiroshima. La segunda parte del espectáculo, aquella en que miles de japoneses corren sin dirección fija, quemados de pies a cabeza, desnudos, con la piel colgando en jirones, nunca fue tan divertida como para incluirla en la celebración patriótica.
Entre tantas costumbres bárbaras, hay una celebración que deberían ser motivo de reflexión mas no de júbilo: la “Fiesta de la raza española”, hoy llamada “Día de la raza”, en memoria de la hazaña de Colón, y en reconocimiento de “la intimidad espiritual entre la Nación civilizadora y las formadas en suelo americano”. Las connotaciones racistas del festejo serían motivo suficiente para objetarlo, dejando de lado el hecho “insignificante” de que el 12 de octubre señale el comienzo de aquello que el historiador alemán Bruni Höfer llamó el “Reich de quinientos años” de dominación europea.
La aniquilación de las poblaciones americanas constituye un genocidio a escala colosal. No había transcurrido medio siglo después del arribo de Colón a la Española, y ya la isla se veía desolada: cerca de ocho millones de “indios” habían muerto a manos de los invasores, o como consecuencia de enfermedades desconocidas en el nuevo mundo. Y era solo el comienzo. Es imposible estimar cuántos millones fueron víctimas directas de la guerra genocida, de los trabajos forzados, o de las epidemias. El exterminio total sobrepasa los cien millones de seres humanos, según estimativos de David Stannard y otros historiadores. Solo la costa occidental suramericana albergaba más de nueve millones de habitantes poco antes de la llegada de los españoles. Para finales del siglo XVI quedaban menos de un millón; y apenas unas décadas más tarde, 94% de la población nativa había desaparecido por completo. Una catástrofe de proporciones similares ocurría en muchos otros lugares del continente.
Las historias de horror llenarían volúmenes enteros. Uno de los pasatiempos favoritos de los conquistadores españoles era la cacería de indígenas, a cargo de perros entrenados en el destripamiento de humanos. “Leoncico”, la mascota de Vasco Núñez de Balboa, se hizo famosa por arrancarle de un mordisco la cabeza a un cacique en Panamá. Otro cronista narra cómo fueron desmembrados a cuchillo todos los habitantes de un poblado, y cómo el explorador ordenó más tarde que cuarenta personas, entre hombres, mujeres y niños, que habían logrado ocultarse, fueran despedazadas por los mastines del sádico español. Sin embargo, un imponente monumento en la capital de Panamá honra al sanguinario “descubridor del Pacífico”: sobre un globo terráqueo sujeto por cuatro figuras desnudas, Balboa sostiene la bandera de España en su mano izquierda, y empuña en la derecha su espada, que se confunde con una cruz.
Las inenarrables torturas ordenadas por Francisco Pizarro son relatos aislados entre los cientos de atrocidades que conforman esa crónica de horrores que fue la Conquista de América. No obstante, una estatua ecuestre en el centro de Lima honra la memoria del saqueador asesino. Otra estatua, en Medellín de Badajoz, hace homenaje al más ilustre de sus hijos, Hernán Cortez: una imponente figura en bronce muestra al conquistador de Méjico, arrogante, pisando con su pie izquierdo la cabeza decapitada de un azteca. Y el monumento más alto de Argentina rinde homenaje al general Roca, el exterminador de los nativos patagónicos, convertido hoy en héroe de la conquista del desierto.
Para muchos intelectuales, la campaña de aniquilación es solo una exageración grosera, pues los auténticos verdugos no fueron los piadosos conquistadores, sino las epidemias. El testimonio innegable de la crueldad sin par de los españoles se minimiza, o se ignora por completo. El hecho de que pueblos enteros hayan sido esclavizados, torturados o pasados a cuchillo no plantea ninguna dificultad moral. Un reconocido escritor colombiano llegó a referirse a este aterrador período de la historia en los siguientes términos: “Debemos estar agradecidos. Si no fuese por los españoles desconoceríamos el silogismo, a Miguel Ángel y a Botticelli”.
Podríamos hacer un ejercicio kantiano, e imaginar qué habría sucedido si la operación Barbarroja hubiese culminado con el exterminio de los pueblos eslavos. Sin duda, hoy tendríamos una fiesta cada 22 de junio, el “día de la raza alemana”, en memoria del comienzo de las heroicas acciones de la Wehrmacht que llevaron a los pueblos bárbaros la cultura de la “Nación civilizadora”, imitando las palabras de Faustino Rodríguez San Pedro. Como la estatua de Balboa en Panamá, habría otra, quizás en Kiev, la de un oficial de la SS empuñando altivo la bandera de guerra del tercer Reich. Y otra de Heinrich Himmler en Múnich, con su bota sobre la cabeza decapitada de un judío polaco. Y todo ello parecería apenas natural.
En varios países europeos la negación pública del exterminio judío constituye un delito; la del genocidio americano, un motivo de conferencias y homenajes. Si no fuese por un puñado de cronistas fidedignos y de académicos valerosos hoy no conoceríamos las dimensiones reales de la tragedia. Lo que perdura en la mayoría de los textos es la vulgar versión de los vencedores, un insulto a los sobrevivientes del mayor holocausto en la historia humana.

http://www.elespectador.com/opinion/columna-307693-dia-de-raza

Matar a los asesinos es una burla a la justicia internacional


Gideon Boas
October 26, 2011

Otro tirano muerto, y más solemnes expresiones de regocijo por nuestros líderes. Se ha convertido en un propósito en los últimos tiempos el buscar y asesinar a nuestros enemigos en lugar de recurrir a un proceso complejo y costoso para juzgarlos por sus crímenes atrozes ante un tribunal.

Se puede entender fácilmente por qué los miembros del Consejo Nacional de Transición de Libia, sometido al reinado brutal de Muammar Gaddafi durante tanto tiempo y obligado a una prolongada batalla sangrienta, lo ha golpeado y posiblemente ejecutado al momento de su captura. Los hechos son confusos y los relatos sobre los últimos momentos de Gaddafi son contradictorios, aunque la explicación más probable de los acontecimientos es que los combatientes rebeldes lo  sacaron de un desagüe, lo golpearon y luego le dispararon. La historia de que recibió una bala en la cabeza en el fuego cruzado mientras era conducido al hospital, aunque posible, parece estar en conflicto con el desarrollo de los acontecimientos y los comentarios de las personas presentes en el momento de su captura.

Si es comprensible que las fuerzas rebeldes de Libia escogieran exactamente una venganza primitiva, sin duda, hubiera sido preferible que se detuviera y juzgara a Gaddafi en un tribunal de justicia por crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra. No hace tanto tiempo el imperio de la ley permaneció como el arma con la que la comunidad internacional respondía a los regímenes que cometían atrocidades en masa. Con la creación de tribunales para la ex Yugoslavia y Ruanda, los tribunales en Timor Oriental, Sierra Leona y Camboya, y la Corte Penal Internacional permanente, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas refleja un profundo compromiso de una respuesta judicial a los crímenes internacionales más graves.

Los recientes asesinatos dirigidos por los EE.UU. de Osama bin Laden en Pakistán, y Anwar al-Awlaki en Yemen parecen señalar un cambio inquietante en la política hacia una preferencia por el asesinato sumario de nuestros enemigos. Bin Laden, al menos podría haber sido capturado y llevado a juicio, y ahora está claro que la intención de la Operación Neptuno fue siempre su ejecución.

Si bien estos son ejemplos obvios, la campaña de la OTAN contra Gadafi y sus fuerzas también pareció dar un giro en la dirección de convertir a Gaddafi y a su familia en un blanco directo. Mientras que un mandato del Consejo de Seguridad se llimitaba estrictamente a la creación de una zona de exclusión aérea y a proteger a los civiles y la población civil de Libia de los militares de Gadafi y las fuerzas de seguridad, la OTAN centró sus esfuerzos y las bombas en las residencias del líder en Trípoli, matando a varios miembros de su familia. El claro objetivo del ataque era matar a Gaddafi, por fuera del uso autorizado de la fuerza por el  Consejo de Seguridad.

Estas acciones por los Estados de la OTAN implicados en los atentados son una violación flagrante de la autoridad y la confianza depositada en ellos por el Consejo de Seguridad, y son abiertamente ilegales. Dicho esto, uno puede estar seguro de que no serán investigados ni procesados.


Es preocupante que Barack Obama, un presidente que llegó al poder jurando desmantelar la difamada Bahía de Guantánamo y restaurar el gran prestigio moral de Estados Unidos en el mundo, ha supervisado una política cínica de ejecuciones extrajudiciales contra los enemigos de los EE.UU..  El daño al imperio de la ley, como al marco delicado de la justicia internacional, será importante, y no hace nada para restaurar la posición moral de Estados Unidos. Es difícil ver cómo esta política es moralmente defendible. Sin duda, es injustificable ante la ley.


Esta serie de asesinatos selectivos se produce en un momento interesante en la respuesta de la comunidad internacional a ciertos Estados parias y sus líderes despóticos. El mandato del Consejo de Seguridad ordenando el uso de la fuerza en Libia constituye la primera vez que la doctrina de la responsabilidad de proteger se ha puesto en práctica.


Este debería haber sido un momento definitivo positivo en la preparación de la comunidad internacional para adoptar medidas positivas tendientes a proteger a los pueblos oprimidos y a los perseguidos de la tiranía asesina de sus propios líderes. En cambio, los intentos de la OTAN de matar a Gaddafi  y su muerte en Sirte, envian mensajes confusos y peligrosos. Haber encargado sólo unos meses antes a  la Corte Penal Internacional con la tarea de enjuiciar a Gaddafi y a los miembros de su régimen por crímenes internacionales, la OTAN ha hecho que la Corte luzca ridícula e impotente. Sus acciones sugieren que el compromiso de la comunidad internacional con la justicia internacional podría estar disminuyendo.

No es de extrañar que los rebeldes libios decidieran matar a Gaddafi en lugar de enjuiciarlo, dado el modelo esgrimido a nivel internacional por sus aliados y benefactores. Si nuestros líderes quieren condenar a asesinos despóticos y  presionar un caso ante la justicia internacional, entonces el asesinato ilegal y no autorizado de sus enemigos deben cesar.

Dr Gideon Boas is Profesor asociado en la  Monash University Law School y antiguo funcionario de la Corte Penal para la antigua Yugoslavia.

http://www.smh.com.au/opinion/politics/killing-the-killers-makes-a-mockery-of-international-justice-20111026-1mjp3.html

martes, 25 de octubre de 2011

Derecho Penal Internacional y disuasión. Un esfuerzo inútil?

 
Por: Luis J. Leaño.




Uno de los principales argumentos de los defensores del derecho penal internacional es que la acusación y enjuiciamiento de los autores de crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad, genocidio y agresión, contribuiye a detener violaciones similares en el futuro. El Fiscal de la Corte Penal Internacional es gran partidario de la tesis. En un discurso durante una conferencia de 2008 en Núremberg afirmó: "La experiencia nos ha enseñado que [...] la ley es la única manera eficaz de prevenir la violencia recurrente y las atrocidades." Los críticos de los tribunales penales internacionales y de la justicia internacional, sin embargo, acuden también a la crítica de la eficacia de la disuasión. El autor Patrick Wegner cita al respecto la manifestación calculada de John Bolton, antiguo enviado de EE.UU. a las Naciones Unidas cuando como vocero de los críticos de la CPI en los EE.UU.,  hizo la siguiente declaración: ¿Por qué debería alguien imaginar que los jueces con peluca en La Haya tendrán éxito donde el frío acero ha fallado? 



La disuasión es un concepto muy complicado y su eficacia es motivo de debate incluso en el derecho penal nacional. No podría ser de otra manera. Usualmente los técnicos del derecho penal buscan la calentura en las sábanas y se manifiestan con pretensiones de sicólogos en la elaboración de explicaciones de la conducta humana frente al delito.

El principio de la disuasión se basa en la suposición de que el autor elabora un cálculo racional al momento de decidirse a cometer delitos. Y que dentro de ese cálculo contempla las consecuencias punitivas del resultado perseguido. Algunos manifiestan serias dudas sobre si la amenaza de un castigo realmente puede disuadir a alguien de cometer un delito, en particular cuando los perpetradores de ofensas serias a menudo incurren en ellas bajo la influencia de drogas o encontrándose emocionalmente inestables. 

Como lo acota Wegner, los críticos tienen una gran cantidad de casos para elegir cuando se trata de demostrar que la disuasión en el contexto internacional no funciona en la práctica. La masacre de Srebrenica sucedió cuando Ratko Mladic y Radovan Karadzic, dos de los principales responsables, ya habían sido acusados por el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia. Bosco Ntaganda ha continuado con la comisión de delitos en la República Democrática del Congo después de ser acusado por la CPI, y en Sudán, los informes de violaciones de derechos humanos en las nuevas zonas de conflicto en Abiyei, el Nilo Azul y Kordofan del Sur son una constante a pesar de la orden de la CPI emitida contra el presidente Omar al -Bashir. Uno de los sospechosos de la CPI en Sudán, Ahmed Haroun, el ahora gobernador de Kordofán del Sur, incluso se ha implicado personalmente en estos crímenes.

Algunos han señalado que la razón de este fracaso de la disuasión puede ser que los que cometen atrocidades son personalidades de alto riesgo, dispuestos a aceptar incluso la muerte como sanción posible por sus acciones. Además, los rebeldes involucrados en los conflictos sólo tienen preocupaciones inmediatas de supervivencia, mientras luchan en la selva y de esta manera ignoran posibles sanciones por crímenes de guerra.

Sin embargo, subsisten voces en el debate tratando de explicar el historial negativo que presentan los críticos, mientras sostienen las ventajas de la disuasión. Algunos dicen que la disuasión pudo no haber funcionado en el contexto de la antigua Yugoslavia debido a que el Tribunal no tuvo el tiempo suficiente para consolidarse. Otros dicen que la incitación al odio étnico anuló el efecto disuasivo. Juan Méndez, Asesor Especial de la Corte Penal Internacional presenta gráficos con cifras de mortalidad para los países participantes en la Conferencia de Revisión del Estatuto de Roma, que también parecían apuntar hacia un efecto disuasivo de las investigaciones. Especialmente en los casos de Uganda y Darfur, las cifras de mortalidad cayeron drásticamente después de que la Corte había asumido su tarea. Y aunque las cifras deben tomarse con reserva, en el caso de Darfur, el Gobierno de Sudán y sus milicias aliadas (Janjaweed) habían abandonado el enfoque de atacar las aldeas de las tribus de los fur, masalit y zaghawa en el momento en que la CPI había emprendido su tarea. La situación se ha convertido en un conflicto de baja intensidad y en la reduccíón del  bandolerismo con el que el Gobierno de Sudán supuestamente comenzó a perseguir las tribus "Africanas" en Darfur, obstaculizando la ayuda humanitaria a los desplazados. En el caso de Uganda, el gráfico muestra sólo el número de muertes en Uganda. Desde entonces el Ejército de Resistencia de Uganda se trasladó a la República Democrática del Congo, la República Centroafricana y Sudán del Sur poco después de que las órdenes fueron emitidas y las bajas en gran parte se produjeron en los países vecinos.

Entonces, ¿que nos dicen estos hechos acerca del potencial efecto disuasorio de los juicios internacionales en las situaciones de  conflicto? Hay argumentos que respaldan y contradicen ambos lados del debate.

Patrick Wegner sostiene que, al menos en el caso de la CPI, es probablemente demasiado pronto para decirlo. La eficacia de la disuasión de los actores en un conflicto particular depende de la fuerza de disuasión general, es decir, en el número de personas que hasta ahora han sido efectivamente procesados, detenidos y condenados.

Dado que la CPI está a punto de terminar su primer juicio, todavía esperaríamos ver los resultados totales de la disuasión. El efecto disuasivo de la justicia penal puede ser sistemáticamente subestimado, siempre y cuando la disuasión general no se produzca.

A mí me parece que el debate está mal enfocado, puesto que el efecto disuasorio de una autoridad, un tribunal, un tipo penal o una pena, no se puede hallar en la institución per se, sino en el proceso mental que elabora el eventual actor frente al espoleo sicológico que la institución le representa.  De ahí que defensores y detractores no puedan ponerse de acuerdo.  Bastaría pues con reconocer a la sazón de la autoridad de algunos tratadistas en el comportamiento, que la mente humana reacciona de distintas formas frente a estímulos idénticos, para reconocer que el problema de la disuasión escapa del debate simplemente jurídico.

Por lo anterior, debe concluirse que la disuasión se basa al menos en una racionalidad de los posibles autores. Mientras que los comandantes de las partes involucradas en un conflicto son sin duda quienes toman las decisiones racionales y orientadas a un objetivo para  organizar las atrocidades  a gran escala, los seguidores pueden estar intoxicados o motivados por el odio ciego, la vanidad o la urgencia. En otros casos pueden estar luchando por la vida nuda y por lo tanto están impedidos para reaccionar a la disuasión. Estos son solo algunos de los interrogantes que surgen al evaluar las posiciones que surgen en torno a la disuasión en el derecho penal internacional.

Lo cierto sin embargo, es que a la postre la discusión es inútil o inoperante, puesto que el esquema institucional de derecho penal internacional no podría depender en modo alguno del efecto  sicológico y comportamental que produzca en sus destinatarios. 

lunes, 24 de octubre de 2011

¿Por qué la Corte Penal Internacional guarda silencio sobre la muerte de Gaddafi?

24/10/2011


Este artículo del  Dr. Alexander Mezyaev, International Law Department of Governance Academy (Kazan`), experto de la Strategic Culture Foundation, fue publicada en la revista International Affairs.



El presunto asesinato del líder libio Muammar Gaddafi ha traído a la escena varios problemas cruciales de derecho internacional. Aunque es evidente que muchas piezas del video que muestran las últimas horas de Gaddafi  son falsas, existen algunas que pueden resultar reales. Es fácil explicar por qué se han hecho videos falsos: su objetivo era suprimir el coraje de los rebeldes y,  si se sugiere que el video que muestra la muerte de Gaddafi es falso, se evita una nueva oleada de levantamiento fijada para el futuro cercano. Pero mi tarea ahora es analizar las imágenes que muestran el cuerpo ensangrentado de Gaddafi desde el punto de vista del derecho internacional, no importa si los videos fueron falsos o verdaderos, pero asumiendo el hecho de que el material es considerado auténtico por los medios de comunicación globales y por los líderes de la OTAN.
En los últimos días se nos han mostrado las imágenes de un hombre que se parece mucho a Gaddafi, siendo brutalmente asesinado. Las facciones políticas más importantes del mundo han reaccionado de manera diferente. Pero la reacción de la Corte Penal Internacional merece especial atención.
El Ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, pidió una investigación exhaustiva relativa a la muerte de Gaddafi. Incluso la más importante organización de derechos humanos del mundo, Amnistía Internacional, comentó sobre el evento. Mientras tanto, la Corte Penal Internacional se muestra silenciosa. ¿Por qué?
Al momento de ser capturado Gadafi  aún estaba vivo. Después de la captura estaba muerto - el video muestra un agujero de bala en la sien izquierda. Esto es suficiente para calificar su asesinato como un crimen de guerra.
En marzo, el Consejo de Seguridad de la ONU (CSNU) reconoció que Libia estaba en las garras de un conflicto armado, lo que significa que todas las partes involucradas en el conflicto deben respetar los Convenios de Ginebra de 1949, incluido el Convenio para el mejoramiento de la suerte de los heridos y enfermos de las fuerzas armadas en campaña. Su artículo 3 dice: "Las personas que no participen directamente en las hostilidades, incluidos los miembros de las fuerzas armadas que hayan depuesto las armas y las personas puestas fuera de combate por enfermedad, herida, detención o por cualquier otra causa, serán, en todas las circunstancias tratadas con humanidad, sin distinción alguna basada en motivos de raza, color, religión o creencia, sexo, nacimiento o fortuna o cualquier otro criterio análogo ". De lo contrario, todas las acciones que causan la muerte de un prisionero debe ser vistas como una "grave violación" de la Convención. La palabra grave en este contexto es una definición legal que sirve para diferenciar entre las violaciónes comunes sobre las cuales la CPI no tiene que intervenir, y los graves crímenes que justamente son de competencia de la Corte .  Por lo tanto, lo que quedó demostrado en la televisión sobre la muerte de Gaddafi, es una grave violación de las normas del derecho internacional.
Las razones que llevan a  Corte Penal Internacional a guardar silencio acerca de la situación son evidentes: habiendo iniciado las audiencias sobre la muerte de Gaddafi, por todos los medios tiene que investigar los numerosos informes sobre los crímenes cometidos por el Consejo Nacional de Transición (CNT). El camino más fácil que la CPI podría seguir en esta situación sería decir que la Corte se fundó para hacer frente a los crímenes más graves, mientras que la muerte de una persona no encaja en este concepto. Pero no puede realizar tal afirmación, en primer lugar porque el caso ya ha sido clasificado como" delito grave ", y, segundo, porque el caso Gaddafi ya ha sido abierto. Lo último que se espera haga la CPI es calificar el asesinato como un obstáculo para el ejercicio de la justicia. La corte no puede guardar silencio por más tiempo. El asesinato de Gaddafi no es un caso particular, sino parte de un asunto más grande que se ha puesto en marcha antes. Ciertamente, la muerte de un acusado clave impide la investigación, pero los que lo mataron se pueden identificar en el video.
La Asamblea General de las Naciones Unidas rechazó la solicitud de Muammar Gaddafi de investigar los asesinatos de los líderes de Estado y de Gobierno de los países miembros de la ONU a lo largo de 65 años de historia de la organización. Esto demuestra que en la mayoría de países, las autoridades no quieren publicidad en los asesinatos. Pero si Gaddafi estuviera vivo y llevado a juicio, podría haber testificado en una serie de temas muy controvertidos, como el atentado de Lockerbie, así como en otras operaciones llevadas a cabo por Occidente contra Libia y otros países. Por lo tanto, de haber sometido a juicio a Gaddafi, la CPI se habría convertido en la menos interesada por llevar el proceso hasta un final lógico.
Pero la Corte guarda silencio sobre la muerte de Gaddafi. El día en que el derrocado líder libio fue asesinado, la Corte Penal Internacional se dirigió a la República de Malawi, en el sureste de Africa a fin de obtener explicaciones sobre el motivo por el cual el presidente sudanés Omar Al-Bashir no fue arrestado durante su visita a Malawi el viernes pasado, de acuerdo con la orden dictada en 2008 . ¿Por qué la CPI no exige lo mismo de las autoridades libias?
Cabe destacar que las acusaciones oficiales contra Gaddafi, una vez reveladas por la CPI incluyen "uso de fuerza letal", "homicidio", "crueldad y tortura". La pregunta es por qué el caso Gaddafi debería ser considerado de una manera diferente de lo que ha estado sucediendo en el vecindario. La CPI tiene definitivamente la razón.

Gadafi y la civilización


Por: Reinaldo Spitaletta

Hemos hablado tanto de civilización, que ésta ya se ha vuelto un apolillado asunto de museo. Nos hemos preocupado por darle estética al asesinato (sobre todo en literatura), por el derecho, por la democracia (materia de utopías), pero cada vez nos hundimos más en la barbarie.


El siglo más infame de la historia ha sido el pasado, en el que cayeron al abismo la razón y las razones de la humanidad, desapareció el individuo y la condición del hombre se transmutó en la del tan anunciado lobo.

Se ha dicho hasta el cansancio que la hipocresía de Occidente es asquerosa. Utilitarismo puro. Muchas veces, se han dado las alianzas con aquellos que los mismos dirigentes occidentales han llamado, por ejemplo, los perros rabiosos de la guerra. Pero es que más allá de cualquier civilización, más allá de cualquier derecho internacional, siempre se impondrán las razones del petróleo, de la ganancia, del sometimiento al mercado y la rentabilidad. Lo que también permitiría aventurar una hipótesis: que es el capitalismo y sus variantes el que conduce a la barbarie, todo con una máscara de presunta civilización.

El caso de Gadafi, tan apreciado en su momento por los adalides de la democracia europea y norteamericana, es un botón de muestra de quiénes van definiendo los destinos del mundo. Hay unos que ya se arrogaron el derecho a ser verdugos, a acusar cuando se convenga, a sitiar cuando las condiciones así lo ameriten. Son dueños y amos. Y quien en esa red caiga en desgracia, será destruido.

Qué importaba, por ejemplo, si Gadafi, en muchos momentos, era un ser opuesto a la “democracia”. Para Occidente lo clave era el petróleo, que el tirano (vaya, y si masacra a su pueblo, mejor) no fuera a irse en contra de los intereses de los Estados Unidos, de la Otan, y en esa medida había que abrazarlo, reunirse con él, sonreír con él. Tiene petróleo, carajo, y eso es lo que importa. No si es o era un matón, un dictador, un sibarita que reúne o reunía en su palacete vestales y otras flores inmaculadas. Occidente quiere petróleo, embriagarse con él. Y si quien lo tiene de pronto se rebela, pues le damos su merecido. Y listo.

Sí, que es un criminal, un déspota, un violador de derechos humanos, qué importa  si así nos sirve en la medida en que no nos niegue parte de su mercado ni nos vaya a chantajear con el petróleo. Hace años, Gadafi se había convertido en “amigo” de Occidente. Después del bombardeo de Reagan, los otros presidentes gringos lo alabaron, se fotografiaron con él. Milagros del petróleo. Sí, aquel “payaso sangriento” era nuestro payaso. Así lo vieron Occidente y, claro, también algunos marxistoides y anticolonialistas, y con él también se abrazaron tercermundistas como Chávez y la señora Kirchner.

George Bush (¿algún día lo llamarán a juicio como criminal de guerra?) en 2008 felicitó en público a Gadafi “por su contribución a la paz del mundo”. De pronto, para los Estados Unidos, el “payaso”, el “perro” había dejado de ser terrorista. El petróleo puede con todo.  Berlusconi, Sarkozy, el rey de España, Rodríguez Zapatero, todos lo abrazaron como si fuera su pareja de baile. Ah, y casi todos los mandatarios iban a Trípoli al palacio que Reagan le había destruido al libio, al mismo que la semana pasada lincharon otros criminales muy parecidos a él.

Y no es raro que la Otan (representante de la civilización) haya participado en la barbarie contra el bárbaro. Ya lo había hecho, de modo aterrador, en la propia Europa, en la antigua Yugoeslavia. La Otan también es criminal de guerra. Volvamos a Occidente y sus bellezas. Todos los mandatarios “significativos”  abrazaron y besuquearon al sátrapa libio hace dos años, porque, claro, el petróleo puede con todo.

Occidente y sus medios pueden exhibir el linchamiento y después el cadáver de aquel que cayó en desgracia con los intereses de los que ahora pueden ser “amigos” y mañana serán tus verdugos. Es repugnante, sí. Pero esa es la civilización.



http://www.elespectador.com/opinion/columna-307307-gadafi-y-civilizacion

viernes, 21 de octubre de 2011

Corte interamericana de DDHH en Colombia


Por: Andreas Forer

21 Oct 2011. EL ESPECTADOR.


El mes pasado, la visita de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) a Colombia para adelantar su 92 periodo de sesiones, reavivó el interés por el Sistema interamericano de Derechos Humanos (SIDH) y los llamados “estándares” que desde hace un par de décadas han influenciado los sistemas jurídicos internos, especialmente, tratándose de procesos de transición de dictaduras a democracias.


Con ocasión de su visita, se organizó un evento que trató específicamente los estándares de la Corte IDH y los Procesos de Paz en Colombia, es decir, el actual proceso especial de Justicia y Paz, y las demás iniciativas que en ese sentido, en un mediano o largo plazo se puedan presentar en el país. 

Uno de los temas del encuentro, trató sobre las posibilidades de aplicar amnistías e indultos u otra medida diferente a las penas para el eventual actor armado con el cual se procure un proceso de paz. 

Como síntesis, se tiene que las amnistías (y por interpretación, los indultos) no están de acuerdo con la Convención Americana de Derechos Humanos en dos casos: cuando se trata de autoamnistías (como en el caso chileno donde, durante el régimen de Pinochet, se profirió la Ley de Amnistía -Decreto Ley No. 2.191 de 1978-, mediante la cual se benefició a 578 militares); y cuando se benefician personas que han cometido crímenes internacionales (genocidio, crímenes de guerra o crímenes de lesa humanidad) o graves vulneraciones a los derechos humanos. 

Adicionalmente, la Corte IDH ha desarrollado un estándar genérico en virtud del cual, “son inadmisibles las disposiciones de amnistía, las disposiciones de prescripción y el establecimiento de excluyentes de responsabilidad que pretendan impedir la investigación y sanción de  los responsables de las violaciones graves de los derechos humanos”. 

Sin embargo, el tema no resulta del todo claro: la Corte IDH no ha establecido con precisión qué entender por “graves vulneraciones a los derechos humanos”, sólo tiene ejemplos mencionados en algunos de sus casos, por ejemplo, en la sentencia Barrios Altos Vs. Perú donde alude, sin ser taxativa, a la tortura, las ejecuciones sumarias, extralegales o arbitrarias y las desapariciones forzadas. 

Así, se pueden extraer dos conclusiones: en primer lugar, aquellas conductas que no son crímenes internacionales, ni vulneraciones graves a los derechos humanos, admitirían la aplicación de amnistías. Es decir que en Colombia, la regla según la cual, las amnistías sólo aplican por la comisión de delitos políticos y conexos es excesiva respecto del estándar internacional, donde se amplía el abanico de posibilidades.  

En segundo lugar, medidas como el principio de oportunidad no están expresamente prohibidas por los estándares que la Corte IDH ha establecido, de suerte que, al menos en el escenario internacional, en principio, sería admisible su aplicación bajo ciertas condiciones que no impliquen impunidad. 

Lo anterior tiene significativas implicaciones para el caso colombiano, por ahora, sólo quisiera referirme a una, y es que las Cortes en Colombia han llevado aún más lejos la interpretación de los estándares de la lucha contra la impunidad: la Corte Suprema de Justicia ha considerado que el concierto para delinquir es un crimen de lesa humanidad, con ello, cierra la puerta a la aplicación de cualquier medida diferente a las penas para los actores armados que quizá, atendiendo su bajo rango e insignificante papel dentro de la organización, podrían ser sujetos de mecanismos que privilegien la paz sin que se vea cercenada en demasía la justicia. 

Por su parte, la Corte Constitucional, consideró que el principio de oportunidad es una medida de naturaleza ordinaria, no aplicable a escenarios de justicia transicional, con lo cual también restringe el posible uso de medidas funcionales para una sociedad que clama justicia, pero a la cual también le urge llegar a la paz. 

Entonces, el llamado es a volver los ojos sobre los estándares internacionales en materia de justicia y ver que en ellos, contrario a lo que se ha interpretado en el escenario nacional, aún hay herramientas para alcanzar la paz sin sacrificar excesivamente otros valores. 

En Twitter: @andreasforer

lunes, 10 de octubre de 2011

Balance de los 10 años de guerra y crisis social en Afganistán

REDACCIÓN ELTIEMPO.COM


08 de Octubre del 2011



Los resultados en sanidad, salud y educación muestran un desolador paisaje en el país asiático.

 Cuando se ha cumplido el décimo aniversario de la guerra en Afganistán, con la mirada puesta en el calendario de retirada de las tropas extranjeras, que concluirá en el 2014, los afganos deben hacer frente a desafíos que nada tienen que ver con atentados suicidas o el conflicto armado. 
Aunque la situación de seguridad sigue siendo crítica, como lo admitió el viernes el presidente Hamid Karzai, los mayores problemas son de carácter social. Desde el 2001, la comunidad internacional ha donado unos 23.000 millones de dólares en ayuda al desarrollo, pero más de 60 por ciento del país carece de agua potable para consumo humano.
El dato es tan alarmante que Kabul, con cinco millones de habitantes, podría quedarse sin agua potable en una década. 
En Afganistán, el acceso a los hospitales es gratuito, pero las familias deben adquirir las medicinas para que sus hijos puedan ser tratados. 
En un país donde el 70 por ciento de la población sobrevive con menos de cuatro dólares diarios, invertir en medicamentos es imposible. Por eso, los datos de mortalidad infantil hielan la sangre: 150 de cada 1.000 niños mueren antes de cumplir los 5 años.
Las Naciones Unidas calculan que en Afganistán hay más de 600.000 niños de la calle que no tienen la posibilidad de ir a la escuela porque sus familias necesitan los ingresos. Esta situación deja en papel mojado cualquier excusa de por qué el dinero de los países donantes se destina a la maquinaria de guerra y no a la educación.
Otra complicación que se suma al oscuro panorama de Afganistán es la de los oasis del opio. Auténticos vergeles de amapolas brotan en los campos de las conflictivas provincias sureñas del país. 
Helmand esta considerada la mayor fábrica de opio de Afganistán, especialmente el distrito de Musa Qa'lah, donde los granjeros dedican tres partes de su tierra a plantar adormidera mientras la restante la destinan al trigo. Según un informe de la DEA (agencia antidrogas de Estados Unidos), los beneficios obtenidos por la insurgencia rondan los dos millones de dólares anuales. 
Los talibanes, el grupo fundamentalista al que las tropas aliadas y la Otan no han podido vencer en diez años, sacan el mayor beneficio a través de un impuesto revolucionario que cobran a los campesinos (cerca del 40 por ciento del total de la venta del opio) y que les reportó 1'300.000 dólares en el 2010.
Ethel Bonet
Para EL TIEMPO
Kabul