"Cualquier recurso a la guerra, a cualquier tipo de guerra, es un recurso a medios que son inherentemente criminales. Guerra, inevitablemente, es un curso de asesinatos, asaltos, privaciones de la libertad, destrucción de la propiedad.

"


Robert Jackson

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jueves, 8 de mayo de 2014

El excepcionalismo mortal de Estados Unidos

The Frontier Post

Traducido por Luis Leaño.

El Consejo de Derechos Humanos de la ONU respaldó una resolución encabezada por Pakistán, pidiendo a todos los Estados del mundo cumplir estrictamente con el derecho internacional en lo que concierne al uso de drones militares. Pero ¿y qué? El principal y compulsivo usuario de drones armados no rasgará la presente resolución y la arrojará a la basura usando su espada mortal de excepcionalismo, como invariablemente lo hace puritanamente a cualesquiera leyes, normas y códigos internacionales que entran en conflicto con sus intereses profundos y sus élites gobernantes, sus objetivos y ambiciones geopolíticas?  Sin duda, la propuesta de Pakistán obtuvo un respaldo decisivo. Nada menos que 28 miembros del organismo de derechos de la ONU votaron a favor de ella. Los Estados Unidos reunieron apenas seis votos, incluido el propio, para desdeñar la resolución, mientras que otros 14 se abstuvieron de manera conveniente.


Pero, ¿qué diferencia habría? Acaso la única superpotencia de este mundo ebrio no simplemente tirará al cubo de la basura cualquier estipulación internacional que se interponga en su camino de hacer valer su autoridad arbitraria en el mundo, o la perpetuación de las ambiciones y agendas globales de sus gobernantes? Sólo basta recordar la aventura iraquí del presidente George W. Bush y su dura turba neoconservadora. A pesar de que el Consejo de Seguridad de la ONU, cuya palabra sobre la guerra y la paz en el mundo se considera definitiva y con autoridad y en cuya mesa Estados Unidos se ​​sienta como uno de los cinco miembros permanentes con derecho a veto, y que había decretado que los Estados Unidos no habían tenido ninguna justificación alguna al invadir Irak, Bush la desafió de manera intransigente.

No sólo agredió un Estado soberano sino que derrocó su régimen y lo ocupó durante años. Por ser algo vergonzoso, por supuesto había amarrado un puñado de compinches y suplicantes entre la comunidad internacional para volverlos su banda criminal de guerra. Pero revelaciones posteriores, salidas a la luz  nada menos que de las propias bocas de los caballos, dejó muy claro que este aventurerismo desnudo era de hecho antiguo en los planes de Bush y su camarilla conservadora y no tenía nada que ver en absoluto, ya sea con el holocausto terrorista del 9-11 o con la posesión de armas nucleares y químicas por el tirano iraquí Saddam Hussein. De hecho, cuando el espectro de las ficticias armas de destrucción masiva de Saddam se desmoronó, él y su camarilla no se evengonzaron. En su lugar, tamborilearon el ardid de que en realidad habían ido a Irak para darle democracia.

De hecho, está tan profundamente incorporada esta creencia congénita  -de ser excepcionales y una clase de gente especial- en los corazones y las mentes de los estadounidenses, que no ven incluso las contradicciones más atroces en sus votos piadosos y acciones atroces . Baste recordar el Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares (CTBT ), una vez vehemente, pero que ahora vive en algún cuarto olvidado. Los estadounidenses querían que todos y cada uno en el mundo lo suscribieran; pero ellos no. De hecho, es por su intransigencia que el tratado cayó estruendosamente . Podría decirse que la arrogancia de los estadounidenses al considerarse a sí mismos como un pueblo inmune a todas las leyes internacionales que son obligatorias para todos los demás en el mundo, con no poca frecuencia ha dado lugar a situaciones bastante absurdas, pero impactantes . Los Estados Unidos se sienta en el Consejo de Seguridad de la ONU que a menudo refiere casos a la Corte Penal Internacional para investigación y juicio . Y no pocas veces , el motor principal no es otro que Estados Unidos.

Pero irónicamente, el país no es signatario del tratado de la CPI . Ha rechazado persistentemente los llamamientos mundiales a firmar el tratado con el argumento falaz de que las personas, en particular de sus efectivos militares desplegados en el extranjero en diferentes misiones , podrían ser maliciosamente conducidos ante la CPI. Esto es una tontería absoluta. La verdadera razón del rechazo es el sentimiento palpitante que los estadounidenses son gente especial, que no pueden equipararse en modo alguno con otras personas del mundo . De hecho, es en este excepcionalismo arrogante que fracasó el acuerdo de defensa en la post- retirada de Irak. Quería la inmunidad judicial para sus soldados que se quedaron después de la retirada militar del país árabe. Se quería que estuvieran exentos del sistema judicial al igual que en los otros estados donde sus fuerzas están desplegadas en una misión u otra. La misma garantía se ha pregonado en el acuerdo de seguridad bilateral con Afganistán, que permanece estancado por la persistente negativa del presidente Hamid Karzai a firmarlo.

Por lo tanto, sería prudente que los activistas de derechos de la ONU evitaran su sentido de triunfalismo. Por supuesto, se puede reclamar con razón el haber ganado una superioridad moral con el respaldo de la propuesta de Pakistán de acatamiento estricto de la ley internacional en el uso de drones militares. Pero eso es todo. Esperar que una superpotencia cumpla con él, podría ser solo una mera ensoñación cuando los Estados Unidos ha catapultado sus drones a una posición muy importante en su inventario de armas de guerra. El presidente Barack Obama puede haber impartido alguna racionalidad de su uso, sobre todo cuando el objetivo es un americano. Sin embargo, para los señores de la guerra estadounidenses es ahora un arma elegible para las guerras. Y aunque Obama ha subrayado que su uso sería implacable derribando objetivos que Estados Unidos estime conveniente en su llamada guerra contra el terrorismo. Ante esto, mientras se despachan drones, América se mantendrá en todo momento como un toro en la tienda de porcelanas, por lo menos en un futuro previsible, a pesar de cualquier voto o veredicto de la ONU.

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El original del artículo anterior puede revisarse en el siguiente enlace:
http://thefrontierpost.com/article/85702/US-deadly-exceptionalism/

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