"Cualquier recurso a la guerra, a cualquier tipo de guerra, es un recurso a medios que son inherentemente criminales. Guerra, inevitablemente, es un curso de asesinatos, asaltos, privaciones de la libertad, destrucción de la propiedad.

"


Robert Jackson

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domingo, 24 de julio de 2011

Amargos contrastes


Por: Luis J. Leaño.

En el mundo profundamente contradictorio en el que vivimos, las incongruencias resultan a menudo ridículamente patentes. Según la portavoz de Unicef en Ginebra, Marixie Mercado, el número total de niños en situación de "malnutrición severa" en Somalia, Kenia y Etiopía alcanza ya la cifra de 2,3 millones de infantes. Esta organización internacional ha solicitado a sus miembros 1.900 millones de dólares para ayudar a estas naciones africanas a combatir la hecatombe humanitaria, pero de esa cantidad solo se ha financiado hasta la fecha menos de la mitad. La subsecretaria general para Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA), Valerie Amos, dijo que "Tenemos un agujero de 1.000 millones de dólares"  en una crisis que va para largo.

Por contraste, la guerra de Afganistán, que acaba de cumplir nueve años, le cuesta solamente a Estados Unidos, según diversos análisis del Congreso, 100.000 millones de dólares por año, siete veces el producto interno bruto de Afganistán. El costo, hasta 2010, de esa guerra y la de Irak, combinadas, ha sido de 1,1 billones de dólares, sin contar con los recursos invertidos por otras naciones de la coalición que mantienen tropas acantonadas en el país asiático con el solo propósito de combatir los talibanes.  Con lo que invierten los países poderosos del mundo en menos de un mes de operaciones militares, se aliviaría la crisis humanitaria de África, incluyendo la tarea de arrebatar 780.000 niños de las garras del hambre.

Si la política mundial se rigiera por parámetros de la sana lógica y  por la ausencia de hipocresía en la aplicación de los ideales consagrados en los manifiestos de derechos humanos, quizá viviríamos en un mundo más equitativo y por ende, menos violento. Pero es innegable que la inversión para aliviar la hambruna de decenas de miles de personas en el cuerno africano, no arroja los rendimientos financieros, ni políticos, ni territoriales que sirve la industria de las armas ni el plan de dominio sobre los recursos preciados del planeta. Este es apenas un ejemplo del esquema alrededor del cual gira nuestro mundo, en donde la muerte constituye un negocio más rentable que la preservación de la dignidad de la especie humana.

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