"Cualquier recurso a la guerra, a cualquier tipo de guerra, es un recurso a medios que son inherentemente criminales. Guerra, inevitablemente, es un curso de asesinatos, asaltos, privaciones de la libertad, destrucción de la propiedad.

"


Robert Jackson

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lunes, 23 de enero de 2012

Cristianos en Pakistán viven en semiesclavitud sin ninguna opción


Por: ETHEL BONET

23 de Enero del 2012. EL TIEMPO - Colombia.


Viven explotación laboral, abuso de la justicia y son secuestrados para 'convertirlos al islam'.

Con solo 10 años, Vishaal George carga sobre sus espaldas 1.825 jornadas de duro trabajo en una fábrica de ladrillos en el distrito de Kasur, a las afueras de Lahore, capital del Punjab. George nunca ha ido a la escuela y, prácticamente, su mundo se reduce al perímetro que rodea las inmediaciones de Battha Bahadurpura, donde un centenar de familias de cristianos viven y trabajan en condiciones de semiesclavitud.

Un manto de espesa niebla cubre el área y aumenta la sensación de frío invernal.



Apenas ha salido el sol y George, todavía con cara de sueño, se enfunda su shalwar-kamez y sale a toda prisa del pequeño habitáculo, de paja y adobe, que comparte con sus cuatro hermanos, menores que él, y sus padres. Mansha, su papá, lo espera a la entrada fumándose un cigarrillo. El hombre tiene mirada de preocupación. De nuevo, Mariam, su esposa, ha escupido sangre.

Hace seis años, Mansha tuvo que pedir al dueño de la fábrica de ladrillos un préstamo de 9.000 dólares para un tratamiento médico que necesitaba su mujer, enferma de tuberculosis. Para devolver el anticipo, Mansha debió poner a trabajar a su hijo.

Por cada mil ladrillos que fabrican, el usurero les deduce seis dólares del total que tienen que pagarle por el préstamo más intereses. Una deuda que han contraído de por vida porque siguen precisando de pequeños adelantos para los gastos del día a día y las medicinas de su mujer.

Vishaal empuja una carretilla vacía y su padre, con la pala al hombro, camina junto a él, en silencio, atravesando los caminos de tierra hasta llegar a los hornos de ladrillos. Las prominentes chimeneas se presentan como fieros dragones que exhalan humo negro y llamas por sus fauces.

Las primeras horas del día son las más duras. Hace frío y, con el estómago vacío, cuesta ponerse a trabajar.

Unos metros más allá, una niña sentada de cuclillas modela el barro en un recipiente rectangular para darle forma de ladrillo.
Riqba, de 9 años, nació siendo esclava, condenada a trabajar, sin infancia.

Hace diez años su padre, Khajal Munawar, pidió un préstamo de 150 euros para los gastos de la boda de su hermana, pero el dueño de la fábrica de ladrillos lo estafó, aprovechándose de que no sabía leer ni escribir, y añadió un cero más a la cantidad que puso en el recibo. Al día siguiente fue a hablar con el capataz para explicarle el error y este lo denunció a la Policía.

Khajal fue acusado de pretender robar al patrón y terminó en prisión. El 'paternal' dueño se apiadó del pobre infeliz y pagó la fianza de 1.700 euros para que saliera de la cárcel, por lo que Khajal le debe ahora más de 3.000 euros. Para pagar la cuantiosa deuda, se vio obligado a poner a trabajar a toda su familia.

"La justicia no nos ampara, no tenemos derechos porque somos trabajadores ilegales. Además, como somos cristianos, los jueces siempre les dan la razón a los empresarios, que son musulmanes", lamenta Khajal, mientras sacude sus sucias y ajadas manos en su shalwar-kamez.

Esta situación de explotación laboral se repite en cada uno de los hornos de ladrillo distribuidos en todo Pakistán. Según el Instituto de Formación y Empleo de Pakistán, entre 750.000 y 900.000 personas, de las cuales 250.000 son menores, se mantienen forzadas a trabajar en condiciones de servidumbre. La inmensa mayoría son cristianos, debido a su posición de minoría marginal sin oportunidad de otros empleos ni mejoras laborales.

La comunidad cristiana de Pakistán, que no representa más de un 5 por ciento de una población de 80 millones, sufre exclusión social por la mayoría musulmana, además de una creciente inseguridad por las amenazas de los extremistas.

El caso más grave de violencia sectaria ocurrió el 30 de julio del 2009. Una multitud de extremistas de una organización prohibida, Sipah-e-Sahaba, prendió fuego a viviendas de cristianos en una aldea punjabí de la localidad de Gujra, a unos 200 kilómetros de Lahore. Más de 40 casas quedaron destruidas y siete cristianos murieron, atrapados por el fuego.

Cualquier excusa

"Las minorías cristianas atraviesan un momento complicado en el país. Secuestran a muchos menores para convertirlos al islam.
Hasta han llegado a nuestros despachos varios casos de adiestramiento a menores secuestrados con el fin de usarlos como suicidas", alerta el abogado Joseph Frances, sentado detrás de su mesa de despacho, donde se apilan centenares de
documentos de casos sobre violencia contra cristianos.

"La situación empeoró mucho tras la implantación de la sharia en varias partes de Pakistán", afirma Frances, antes de subrayar que la Iglesia de Pakistán lleva años pidiendo la derogación de la ley sobre la blasfemia, "cuya aplicación viene siendo un peligro por el abuso de la misma. Cualquier excusa es buena si se quiere hacer daño a un adversario o a un enemigo, se le acusa de blasfemia", dice. Con frecuencia termina por comprobarse que las acusaciones son totalmente falsas.

Si los líderes religiosos musulmanes dicen que "la ley sirve para proteger el honor del Profeta", los políticos "sufren las presiones de los grupos islámicos radicales, y esto sucede también a nivel de las autoridades locales y de la Policía", denuncia Frances.

A las afueras del bullicioso centro de Lahore, un gran arco coronado por una cruz de hierro flanquea la entrada al barrio de Youhanabad, en el que viven 30.000 cristianos.

Sus polvorientas calles están llenas de puestos de venta de imágenes de la Virgen María y Jesucristo, crucifijos de todos los tamaños, rosarios y escapularios. Al recorrerlas, uno se siente como si fuera de romería. El barrio cristiano de Lahore es quizás uno de los pocos lugares de todo el país en los que los vecinos no se sienten intimidados.

En ese lugar, se encuentra la escuela técnica Don Bosco, donde el padre Miguel Ángel dedica su vida a jóvenes cristianos que no tienen trabajo ni estudios básicos de ningún tipo. Este cura salesiano ha logrado que 300 jóvenes se hayan formado profesionalmente para tener opción de una vida mejor.

"El cristiano es considerado un ser humano inferior en Pakistán. Entonces es muy difícil para los jóvenes encontrar puestos de trabajo. Cuando llevan nombres cristianos como Patrax, Samón, Pedro, Simón, de inmediato los rechazan. Debemos demostrar que nuestros chicos están preparados y hay que darles una oportunidad", afirma el padre Miguel Ángel.

Don Bosco se torna una pequeña atalaya de esperanza. Y en un paso más hacia la integración de las minorías cristianas en Pakistán.

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