Sep 6, 2011
Un autor
está hacienda un llamado para que los
crímenes contra la naturaleza, o “ecocidio”, sean reconocidos como el quinto
crimen contra la humanidad.
La escritora
y abogada ambientalista británica Polly Higgins dice que las actuales leyes
relativas al medio ambiente no cumplen su propósito y que las compañías que
producen un daño serio y duradero a los ecosistemas deberían ser perseguidas en
la Corte Penal Internacional de una manera similar a como se hace con el
genocidio, los crímenes de guerra, los crímenes contra la humanidad y el crimen
de agresión.
En una
lectura realizada en la Auckland University, Higgins arguyó que las
corporaciones deberían tener un deber de cuidado, o la misma responsabilidad
que tienen los individuos de comportarse en su vida diaria, sin imprudencia o
daños.
"Podemos
permanecer encerrados por no pagar un a cuenta. En este momento vemos
corporaciones que no pagan su cuenta cada día y son normalizados por la ley
porque ponemos las utilidades primero."
Si el
ecocidio fuera adoptado en La Haya, ella propone tres categorías de cargos
criminales.
Para los
individuos, tales como jefes ejecutivos y ministros de energía, que podrían ser
acusados de ecocidio no intensional y de masacre ecológica. Sus sentencias
deberían ser equivalentes a las que proceden por muerte provocada por manejo irresponsable,
homicidio y asesinato.
La
definición de ecocidio que ella propone es el daño masivo, la destrucción o
pérdida de los ecosistemas de un territorio dado, ya sea por la acción humana o
por otras causas, a tal punto que el disfrute pacífico de sus habitantes se vea
severamente disminuido.
El tamaño,
duración e impacto del ecocidio podría ser medido por las leyes internacionales
aplicadas en tiempo de Guerra. EL ecocidio se produce si el tamaño del área afectada
excede los 200 kilómetros de longitud, tiene un impacto en los ecosistemas por
más de tres meses y tiene un impacto severo en los recursos humanos o
naturales.
Higgins
sugirió que la extracción de lignito en Southland y la perforación de aguas
profundas en la Gran Cuenca del Sur podrían calificar como ejemplos, en Nueva Zelanda,
de ecocidio, porque estas actividades crearían enormes emisiones de gases de
efecto invernadero.
La
legislación propuesta ha adquirido un interés significativo desde el derrame
petrolero de la BP en aguas profundas, que produjo el peor desastre ambiental
de los Estados Unidos.
Higgins dijo
que en la actualidad, BP no tiene responsabilidad de proteger el ambiente
porque los sistemas legales tratan todo lo que no es humano, como una
propiedad. Ella considera que el mundo require un cambio desde el modelo legal
de la propiedad, al modelo de administración.
Gran parte
de las herramientas existen ya en la forma de una Corte Penal Internacional,
Naciones Unidas y la ley internacional de crímenes contra la paz y el derecho
humano a la vida.
Su
seminario citó la investigación de las Naciones Unidas de 2008, que mostro cómo
las tres mil más grandes corporaciones del mundo causan $2.2 trillones de dólares
en daños al medio ambiente cada año.
Si el daño
ambiental serio es penalizado, -dijo-, el dinero fluiría hacia la innovación.
Arguyó
además que la legislación internacional es la única vía para luchar contra el
ecocidio porque en la actualidad las empresas infractoras pueden abandonar un
sitio y registrarse de nuevo en otro territorio.
Después de
su discurso, Higgins fue preguntada si sus propuestas no eran muy radicales para
ganar fuerza, a lo cual respondió: “Algunas cosas son siempre radicales cuando
son innovadoras. El origen de la palabra radical indica halar desde las raíces. No estoy en contra de las utilidades económicas,
sino que sugiero evitar este barco que se hunde muy rápido”.
Higgins ya
ha tenido éxito en las propuestas de una ley que proteja los derechos de
naturaleza. Después de proponer esta
legislación a las Naciones Unidas en Abril de 2010, esta fue adoptada por el
Gobierno Boliviano e incorporada dentro de su legislación interna.
Higgins dijo
que la idea de que la naturaleza no humana tiene derechos está también
arraigada en la cultura Budista, con 750 millones de personas alrededor del mundo,
y es apetecida por las culturas indígenas, incluyendo la Maori.
"Es el
mundo desarrollado el que se ha desconectado," añadió.
http://www.nzherald.co.nz/environment/news/article.cfm?c_id=39&objectid=10749842
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