"Cualquier recurso a la guerra, a cualquier tipo de guerra, es un recurso a medios que son inherentemente criminales. Guerra, inevitablemente, es un curso de asesinatos, asaltos, privaciones de la libertad, destrucción de la propiedad.

"


Robert Jackson

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martes, 27 de julio de 2010

Jamás hubo una sola guerra justa


Por Alejandro A. Tagliavini *

No hay palabras, ni manera de explicarle a una madre la muerte de un hijo destrozado por las balas. No hay palabras, ni manera de explicarle a un paralítico, ni a su esposa, su estado por culpa de las armas. Son atrocidades de las que no quiero tener culpa alguna, ni siquiera indirectamente. De modo que, con el perdón de los lectores, aprovecharé estas tontas bravuconadas de Chávez para hacer una condena muy radical de la guerra.

Es bonita la historia. De pequeño solía ir con mis mayores, militares, a los cuarteles y regimientos y admiraba los históricos trajes, coloridos, de los soldados durante los desfiles. Pero, ya grande, me enteré de que muchos países, como Canadá y Australia, se independizaron sin guerras, y hoy son más progresistas que toda América Latina. Sigo teniendo un gran cariño por mis mayores, pero lamento profundamente las inútiles muertes de las luchas armadas por todo el continente.

Ya en 1870, uno de los más grandes pensadores de América Latina, Juan Bautista Alberdi, escribió, en 'El crimen de la guerra', que "el derecho de la guerra es... el derecho del homicidio, del robo, del incendio, de la devastación en la más grande escala posible; porque esto es la guerra... el derecho del crimen, contrasentido espantoso y sacrílego, que es un sarcasmo contra la civilización".

Tomemos, por caso, el paradigma de las guerras supuestamente "justas", "en defensa propia", la Segunda Guerra Mundial (SGM). Ivan Eland, para quien "la revolución americana... probablemente disminuyó la libertad... las guerras casi siempre lo hacen", cuenta que la SGM, "la más horripilante de la historia", supuso un aumento del estatismo. El gobierno asumió nuevamente el control de la economía, que llegó a representar más del 40 por ciento del PIB, máximo histórico, además de conculcarse muchas libertades civiles.
Charlton Heston, de derechas, afirmó (probablemente sin saber hasta dónde llegaba): "... recuerdo estar volviendo desde ultramar en una mañana soleada de victoria al final de la SGM... pensábamos que la libertad rápidamente se esparciría por el mundo, que quedaría libre de guerra y tiranía. Estábamos equivocados. Fue la tiranía (soviética) la que prosperó, por más de cuarenta años".

Entonces, ¿la SGM no fue la guerra más eficaz, tan necesaria para que Occidente se librara del mal? Un análisis objetivo muestra cosas muy diferentes. En lugar de acabar con una tiranía dio lugar, y hasta legitimó, a otra: la URSS. La gran ironía es que esta última dictadura, aun siendo mucho más poderosa, ya que contaba con imponentes arsenales nucleares, luego fue vencida, sin guerras, a través de la paz.

Un solo homicidio es injustificable, sin que importe la ideología, nacionalidad, religión, grupo étnico o cultural. De manera que las estadísticas no tienen sentido, pero sirven para graficar la cuestión. Nunca sabremos cuántos habría asesinado el antisemita Hitler de haber seguido. Pero, aun si hubiera matado a, digamos, 30 millones de personas (en aquel momento, en el mundo había unos 18 millones de judíos), lo que es extremadamente exagerado, hubiera asesinado a menos que la SGM, que produjo, al menos, 36 millones de víctimas, y algunos investigadores suman más de 45 millones.

Además, esta guerra destruyó ciudades enteras, lo que provocó unas pérdidas materiales y económicas que Hitler jamás hubiera logrado. La gran ironía es que la SGM creo al imperio soviético que, solamente bajo Stalin, cometió más de 33 millones de homicidios.

¿Cómo lograr la paz? Desoyendo a los violentos, que son ineficaces y nada consiguen. Según santo Tomás de Aquino, la violencia es contraria a la naturaleza humana al punto de que, según Etienne Gilson, para el Aquinate lo natural y lo violento se excluyen. Es decir, que la coacción (la violencia), al desarticular la armonía propia de la naturaleza, provoca unas tensiones que pueden degenerar en mayor agresividad.

Así los gobiernos inician las guerras. Vía el monopolio de la violencia que se atribuyen los Estados, empiezan por imponer regulaciones y prohibiciones que subvierten las relaciones naturalmente pacíficas de las personas dentro del mercado, o de las relaciones internacionales con irritantes fronteras, aduanas, visas, pasaportes y demás fuentes de conflicto.

Robert Spaemann recuerda que, en el siglo XVII "soberanos", de hecho, significaba: "capaces de hacer el mal con impunidad". Así, si Chávez continúa con su escalada autoritaria, esto es, cada día aplica más coacción, más violencia sobre la sociedad y sus vecinos, terminará intentando una guerra. Y digo intentando porque, para toda pelea, hacen falta dos partes.

* Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California

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