Por Alejandro A. Tagliavini *
No hay palabras, ni manera de explicarle a
una madre la muerte de un hijo destrozado por las balas. No hay palabras, ni
manera de explicarle a un paralítico, ni a su esposa, su estado por culpa de
las armas. Son atrocidades de las que no quiero tener culpa alguna, ni siquiera
indirectamente. De modo que, con el perdón de los lectores, aprovecharé estas
tontas bravuconadas de Chávez para hacer una condena muy radical de la guerra.
Es bonita la historia. De pequeño solía ir
con mis mayores, militares, a los cuarteles y regimientos y admiraba los
históricos trajes, coloridos, de los soldados durante los desfiles. Pero, ya
grande, me enteré de que muchos países, como Canadá y Australia, se
independizaron sin guerras, y hoy son más progresistas que toda América Latina.
Sigo teniendo un gran cariño por mis mayores, pero lamento profundamente las
inútiles muertes de las luchas armadas por todo el continente.
Ya en 1870, uno de los más grandes
pensadores de América Latina, Juan Bautista Alberdi, escribió, en 'El crimen de
la guerra', que "el derecho de la guerra es... el derecho del homicidio,
del robo, del incendio, de la devastación en la más grande escala posible;
porque esto es la guerra... el derecho del crimen, contrasentido espantoso y
sacrílego, que es un sarcasmo contra la civilización".
Tomemos, por caso, el paradigma de las
guerras supuestamente "justas", "en defensa propia", la
Segunda Guerra Mundial (SGM). Ivan Eland, para quien "la revolución
americana... probablemente disminuyó la libertad... las guerras casi siempre lo
hacen", cuenta que la SGM, "la más horripilante de la historia",
supuso un aumento del estatismo. El gobierno asumió nuevamente el control de la
economía, que llegó a representar más del 40 por ciento del PIB, máximo histórico,
además de conculcarse muchas libertades civiles.
Charlton
Heston, de derechas, afirmó (probablemente sin saber hasta dónde llegaba):
"... recuerdo estar volviendo desde ultramar en una mañana soleada de
victoria al final de la SGM... pensábamos que la libertad rápidamente se
esparciría por el mundo, que quedaría libre de guerra y tiranía. Estábamos
equivocados. Fue la tiranía (soviética) la que prosperó, por más de cuarenta
años".
Entonces,
¿la SGM no fue la guerra más eficaz, tan necesaria para que Occidente se librara
del mal? Un análisis objetivo muestra cosas muy diferentes. En lugar de acabar
con una tiranía dio lugar, y hasta legitimó, a otra: la URSS. La gran ironía es
que esta última dictadura, aun siendo mucho más poderosa, ya que contaba con
imponentes arsenales nucleares, luego fue vencida, sin guerras, a través de la
paz.
Un
solo homicidio es injustificable, sin que importe la ideología, nacionalidad,
religión, grupo étnico o cultural. De manera que las estadísticas no tienen
sentido, pero sirven para graficar la cuestión. Nunca sabremos cuántos habría
asesinado el antisemita Hitler de haber seguido. Pero, aun si hubiera matado a,
digamos, 30 millones de personas (en aquel momento, en el mundo había unos 18
millones de judíos), lo que es extremadamente exagerado, hubiera asesinado a
menos que la SGM, que produjo, al menos, 36 millones de víctimas, y algunos
investigadores suman más de 45 millones.
Además,
esta guerra destruyó ciudades enteras, lo que provocó unas pérdidas materiales
y económicas que Hitler jamás hubiera logrado. La gran ironía es que la SGM
creo al imperio soviético que, solamente bajo Stalin, cometió más de 33
millones de homicidios.
¿Cómo
lograr la paz? Desoyendo a los violentos, que son ineficaces y nada consiguen.
Según santo Tomás de Aquino, la violencia es contraria a la naturaleza humana
al punto de que, según Etienne Gilson, para el Aquinate lo natural y lo
violento se excluyen. Es decir, que la coacción (la violencia), al desarticular
la armonía propia de la naturaleza, provoca unas tensiones que pueden degenerar
en mayor agresividad.
Así
los gobiernos inician las guerras. Vía el monopolio de la violencia que se
atribuyen los Estados, empiezan por imponer regulaciones y prohibiciones que
subvierten las relaciones naturalmente pacíficas de las personas dentro del
mercado, o de las relaciones internacionales con irritantes fronteras, aduanas,
visas, pasaportes y demás fuentes de conflicto.
Robert Spaemann recuerda que, en el siglo
XVII "soberanos", de hecho, significaba: "capaces de hacer el
mal con impunidad". Así, si Chávez continúa con su escalada autoritaria,
esto es, cada día aplica más coacción, más violencia sobre la sociedad y sus
vecinos, terminará intentando una guerra. Y digo intentando porque, para toda
pelea, hacen falta dos partes.
* Miembro del Consejo Asesor del Center on
Global Prosperity, de Oakland, California
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