Traducido por Luis Leaño
Siempre ha sido difícil mantener la responsabilidad de quienes participan en actos de genocidio, crímenes contra la humanidad y crímenes de guerra. El poder de la soberanía junto con siglos de impunidad es un enemigo formidable. Afortunadamente, los últimos 70 años han visto un cambio de marea a favor de la justicia penal internacional, aunque ligeramente. Aunque muchos criminales en masa todavía escapan a la justicia y existen acciones judiciales selectivas, los tribunales penales internacionales de carácter temporal para la ex Yugoslavia, Rwanda, Sierra Leona, Timor Oriental y Camboya han constituido victorias para la determinación de responsabilidad por atrocidades, a pesar de sus imperfecciones. La victoria más importante de todas ellas es la Corte Penal Internacional (CPI), único tribunal internacional permanente que inició operaciones en 2002 y tiene competencia potencial para conocer de atrocidades en cualquier parte del mundo.
Genocidas, déspotas violentos y criminales de guerra continuamente luchan contra el movimiento de responsabilidad por atrocidades. Sorprendentemente, algunos burócratas bien intencionados, diplomáticos, académicos y defensores de los derechos humanos también impiden el progreso de la justicia penal internacional. Este grupo heterogéneo se ha convertido en otro obstáculo para la causa de la justicia y en algunos aspectos la más difícil de superar.
El político y diplomático Thabo Mbeki, y el profesor de la Universidad de Columbia Mahmood Mamdani, argumentaron recientemente en el New York Times que los tribunales penales no pueden ayudar a resolver situaciones en curso o posteriores a un conflicto, porque la cuestión de fondo suele ser "política". Creen que la mayoría de los conflictos tienen sus raíces en la "violencia política", no en la "violencia criminal"; por lo que no pueden ser abordados adecuadamente por los "tribunales penales." Los tribunales "demonizan el otro lado", lo que dificulta el logro de la paz. Concluyen que los tribunales internacionales o domésticos que investigan y procesan atrocidades son de utilidad limitada para la paz, como lo demuestra el hecho de que los Estados Unidos no utilizaran tribunales durante o después de su propia guerra civil.
De hecho, la justicia y la paz no son opuestos entre sí. Los dos deben reforzarse mutuamente, sobre todo cuando se secuencian y coordinan adecuadamente. Lo que esto significa, precisamente depende mucho de las circunstancias; sin embargo, ya sea durante un conflicto o después de que ha disminuido, se debe producir justicia. No puede ni debe ser prescindible.
Como dijo una vez el doctor Martin Luther King, "La verdadera paz no es simplemente la ausencia de tensión; es la presencia de justicia." La paz duradera es increíblemente difícil de lograr sin abordar adecuadamente los crímenes atroces con algún tipo de responsabilidad. Esto es particularmente cierto en las atrocidades a gran escala de consecuencias catastróficas, tales como los crímenes masivos cometidos en la República Centroafricana, Sudán, Kenia, República Democrática del Congo, Malí, Costa de Marfil, Uganda y Libia - situaciones en las que la CPI actualmente está involucrada -.
Aunque es muy pronto para saber el efecto final de la CPI sobre cada uno de estos países, la historia sugiere que será positivo. Por ejemplo, en medio de esos conflictos, los procesos penales ayudaron a asegurar la paz en la ex Yugoslavia y Sierra Leona. Algunos indican además, que los enjuiciamientos de la CPI por la violencia posterior a las elecciones del 2007 en Kenia, ayudaron a hacer la elección 2013 relativamente tranquila en un país conocido por la violencia electoral.
Comentaristas como Mbeki y Mamdani señalan que la transición exitosa de Sudáfrica de su violento pasado de apartheid se hizo sin tribunales. Aunque esto es verdad, hay que recordar que para cada situación exitosa como la de Sudáfrica, hay muchas más donde los compromisos políticos y las transiciones negociadas fracasaron en el corto y largo plazo. La historia está llena de situaciones en las que el alto el fuego y los acuerdos de paz degeneran de nuevo en violencia y muerte, de nuevo se acude a las negociaciones de paz, y así sucesivamente. Este ciclo histórico mortal existe porque la violencia - de naturaleza criminal o política - no generó duras consecuencias. A veces, la justicia puede hacer el logro de la paz más difícil, pero la evidencia sugiere que sin duda hace la paz alcanzada mejor y más resistente.
La mayoría, si no todas las jurisdicciones nacionales desarrolladas de todo el mundo, enfrentan la violencia masiva con el imperio de la ley. Si un sindicato del crimen fascista o de izquierda organiza disturbios violentos en París y no se enfrenta con la aplicación de la ley sino con negociaciones que buscan el cese de la masacre, el mensaje a los franceses sería que la comisión de violencia puede terminar en un acuerdo, no en la celda de una cárcel. A nivel internacional, si los que promueven y organizan atrocidades en ambos lados de un conflicto no están sujetos a responsabilidad, el mensaje de impunidad a los ciudadanos de ese país socava el establecimiento de una sociedad pacífica y de buen funcionamiento. El desarrollo económico futuro, por ejemplo, se ve limitado si no se percibe que los contratos son vinculantes, sino que algún soborno puede acomodarlos.
La justicia por sí sola no es una panacea para todas las crisis violentas. Es sólo uno de los componentes de los muchos que debe y debería ser usado para ayudar a terminar conflictos, inculcar la verdadera paz y construir una sociedad productiva. Es esencial que todas las comunidades - incluido el derecho internacional, la política exterior, la diplomacia, la academia y los derechos humanos - comprendan mejor la importancia de la justicia y trabajen juntos con este entendimiento. Enfrentar los criminales atroces es en esencia bastante difícil.
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El original del artículo anterior puede consultarse en el siguiente enlace:
http://www.huffingtonpost.com/kip-hale/another-international-criminal-court_b_4782024.html
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